Fuimos a la Fuente Suiza justo antes de que cerraran, un lunes a las 23:45.
No fue la mejor idea.
Todo el mundo está cansado a esa hora y sólo piensa en cerrar. En consecuencia la dedicación –en forma totalmente comprensible– baja.
El pan, bien. La carne tibiona, y el queso mal derretido. No fue lo mejor.
La idea no es criticar, sino reflexionar sobre la importancia del cariño o al menos la dedicación. Es importante, creemos, poder ver al maestro o a la tía en acción., e idealmente establecer contacto visual y aprobar sus acciones en forma gestual, y luego agradecer siempre, alabar y sugerir cuando proceda.
El sánguche es a menudo una interacción entre quien lo prepara y quien lo consume. Hagamos de esa interacción algo bueno para ambos.
Cuando no se puede, no se puede no más.
Para reflexionar: ¿Por qué al hombre que hace el sánguche se le llama Maestro y a la mujer que hace exactamente lo mismo se le llama Tía?