Tuve oportunidad de participar en la mesa de muertos de Cadeate. “Cadeate, ciudad del Pan.”
Hace poco junto a la Prefectura de Santa Elena y la Escuela Arte Chef, participamos en una capacitación a panaderos y otros productores del lugar. Aprovechando la cercanía me aventuré a vivenciar algo de sus costumbres ancestrales.
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Es difícil hablar de los muertos: son temas incómodos en los que uno intenta no despertar dolores, lo que es de suyo imposible. Pero en este 2 de noviembre es el tema de esta maravillosa experiencia.
Intenté ver a través de sus miradas, percibir sus recuerdos y sus dolores, dar algo de consuelo; caminar hacia el pasado encontrando el hilo que une la magia y las costumbres de la costa de nuestro querido Ecuador.
Vivir un día fuera del tiempo, donde la vida y la muerte se unen armoniosamente.
La costumbre dicta que este día comienza muy temprano. La actividad inicia al amanecer cuando las mujeres cocinan el pan de anís y un sinnúmero de otros panes incluyendo los preferidos del difunto.
Luego sigue el proceso en la cocina en el que se preparan varios platos que se suman al festín: pescados, secos, tortillas de maíz, morocho, guaguas de pan, ceviches, menestras, sopas,etc. Todos estos manjares se disponen sobre una mesa, en el centro de la casa, iluminada preferiblemente con una vela y protegida por sábanas que intentan dar al difunto la tranquilidad para que comparta ese día con los vivos.
Tambien, por supuesto, se debe incluir algo de beber, lo que acostumbraba a tomar en vida él o los familiares muertos.
Félix Lavayen, historiador de Santa Elena, asegura que por el año 1800 ya se realizaba este tipo de celebración ancestral y relaciona esta conmemoración a tradiciones muy antiguas de culto a los antepasados, basándose en los hallazgos arqueológicos de osamentas acompañadas de vasijas y otros implementos.
La familia llega de visita desde otras localidades a compartir esta fiesta, a recordar momentos… a revivir el amor.
Nadie sobra en esta fiesta, los niños son alimentados por que representan ángeles… el futuro más amado. Los niños van de casa en casa pidiendo pan con la letanía:
Ángeles somos, del cielo venimos, pan pedimos.
Los muertos en Ecuador no se olvidan: viven en los corazones de su gente, vienen a comer una vez al año (si es que no están enojados) para recordar a la familia que los protegen desde otro lugar.
En lo particular me gustó compartir su casa, transportarme en la magia de las creencias y sentarme a la mesa con seres que tienen historia, de tiempos nuevos y remotos, de amores que trascienden. De un pueblo hermoso, acogedor con suficiente amabilidad para aceptar en su mesa a una desconocida turista con la que pueden recordar a los que ya no están.
Los dejo con algunas imágenes.
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